Capítulo 10

Strybjorn enarboló el hacha firmemente sujeta en la mano y entró a la carrera por la puerta abierta. Alrededor, sus Hermanos de batalla se apretaban unos contra otros, con un brillo anticipado en los ojos y con las bocas abiertas. Strybjorn se sintió desfallecer por un instante. Sabía que le pasaría, pues esta sensación lo asaltaba justo antes de enfrentarse con un peligro. Era una especie de señal de que su cuerpo estaba preparado para el choque. De pronto se dio cuenta de su agitada respiración, del rápido latir de su corazón, del sudor que empapaba las palmas de sus manos hasta el punto de hacerle difícil sostener el hacha. Con sus camaradas penetró en la aldea, y mientras avanzaban, pudo oír claramente los sones de la música y el ruido de la danza.
Por el camino, en un recodo, se encontraron con gente; no eran Craneotorvo, Strybjorn, aguzado cada sentido como una cuerda tensada, no necesitaba ninguna otra provocación. Atacó con su hacha y, seguidamente, se oyó un chapoteo cuando la hoja del arma llegó a su destino y luego se retiró. Strybjorn volvió a lanzar un hachazo, sintiendo cómo la sangre caliente brotaba del cuerpo del hombre que cayó a sus pies. Extrañamente, la música seguía sonando y, a lo lejos, ladraba un perro. En alguna parte del cielo, como si estuviera anunciando el ataque, sonó una explosión semejante a un trueno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario