Capítulo 7

Ragnar lanzó un grito de alegría y alcanzó a enlazar su brazo con el de Madai. Estaba borracho y feliz. Los bailarines habían formado largas líneas y se movían trenzando intrincados pasos al son de la música del eskaldo y de sus aprendices. Madai le sonrió, arrebolada la cara, mientras giraban en círculo antes de volver a sus respectivos sitios en la fila un lugar más abajo. De este modo todos los jóvenes podían bailar unos con otros en un baile general. Más tarde vendrían las danzas más personales.
A lo lejos, Ragnar podía oír el estrépito de los mayores que cantaban y bebían sin parar en la fiesta organizada en el salón comunal. Poco a poco, las parejas casadas se fueron acercando para unirse a la danza. Los perros ladraban, las ocas graznaban, las cabras balaban, pues las fiestas las estimulaban más que ninguna otra cosa.
De pronto, la música paró porque el eskaldo y sus aprendices hicieron un alto para apagar su sed con cerveza. Dejándose llevar por un impulso, Ragnar dio unos pasos hacia Madai y las miradas de ambos se cruzaron. Sin decir ni una palabra y cogidos del brazo se internaron en la oscuridad dejando atrás la sala comunal. Ragnar se dio cuenta de que la chica se ruborizaba. Sus cabellos estaban revueltos y sus ojos parecían enormes en la oscuridad y a la luz de las antorchas. Ragnar la alcanzó y le pasó su brazo por la cintura, devolviéndole ella el gesto. Se miraron a los ojos y lanzaron una risita cómplice mientras se escabullían entre las sombras de las chozas.
Allí en la oscuridad, mientras escuchaba el barullo festivo que inundaba la aldea, Ragnar era consciente de que estaba ocurriendo algo importante. Se sintió atraído por la chica con la misma intensidad que se siente atraído un imán por el norte. Se lo dijo así y esperaba que ella se riera, pero Madai lo miró y esbozó una sonrisa entreabriendo levemente los labios. Él quedó fascinado inmediatamente por su belleza y casi pudo sentir el suave calor de su cuerpo ceñido al suyo. Sin pensarlo, la atrajo hacia sí y sus labios se encontraron. Ella rodeó el cuello de Ragnar con los brazos y le propició un nuevo beso.
Después de un largo rato, se apartaron y sonrieron de manera cómplice, para luego volver a besarse.

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