Capítulo 5

La canción no tardó mucho en terminar y, a continuación, empezaron la fiesta y los bailes. El Jarl y su guardaespaldas se retiraron a la gran sala comunal. Allí, las mesas crujían bajo el peso de los enormes pollos asados y el pan recién salido del horno. Montañas de quesos se elevaban sobre las mesas y lagos de hidromiel rebosaban de los cuencos. El olor de la cerveza saturaba el aire y los cerveceros ya estaban llenando con ella enormes jarras de cuero, y los vasos de cuerno de buey pasaban de mano en mano.
Otik le sonrió y le pasó el cuenco de cuero. Ragnar vació alegremente la cerveza amarga como les había visto hacer a los guerreros curtidos. Ésta no era la cerveza rebajada reservada para los adolescentes. Era una bebida fuerte y potente, reservada para los guerreros en días festivos. Las burbujas casi lo hicieron estornudar y su extremo amargor le sorprendió. Pero no la escupió ni se puso en ridículo, sino que vació el cuenco de unos cuantos tragos ante la admiración y el aplauso de sus compañeros.
Enfrente vio a su padre empinando un gran cuerno y cómo el contenido entraba inexorablemente en su boca mientras los demás guerreros contaban hasta diez. Cuando llegaron a cinco había desaparecido la cerveza del recipiente. Era un buen tiempo. Cuando se hubo llenado de nuevo el cuerno, lo pasaron al siguiente y volvió a empezar la cuenta, pero a partir de cinco; sin embargo, el nuevo bebedor no era contrincante para el padre de Ragnar y no fue capaz de tragar el líquido antes de que terminara la cuenta. Con gesto avergonzado pasó el cuerno al siguiente guerrero.
Ragnar se dirigió a las mesas reservadas a los guerreros y atacó el pollo caliente y el pan. La carne sabía de maravilla, el jugo se le escurría por la barbilla y el limpió la grasa que se enfriaba con trozos de pan antes de llevárselos a la boca. La cerveza se había asentado en su estómago y se sentía bien, aunque un poco embriagado por lo fuerte que era.
Otik lanzó un prolongado aullido seguido de un eructo. Miró a Ragnar de manera significativa y luego dirigió la mirada hacia las mesas donde se sentaban las chicas sin compromiso. Ragnar sonrió y asintió, ahora con menos nervios. Muy pronto empezaría el baile.

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